3/01/2019

La educación, el capitalismo y la 4T



“Me voy a inscribir en ese curso de administración, no me interesa –explicó un estudiante– pero se ve fácil y así puedo subir mi promedio”. A este joven no le importan los conocimientos y los usos que les pueda dar (sus valores de uso), le importa que puede cambiarlos por otra cosa que para él vale: una calificación en el examen final (su valor de cambio).
Aquí está reproducida, de manera sencilla, pero nítida, la ética del capitalismo: no importa si el producto de una actividad sirve para algo o para nada, vale si al invertir en ella mi dinero, resulta ser negocio, y mejor si es un negociazo. Esto es, vale si de esa manera puedo aumentar el monto del valor invertido.

Esta perversión de valores –el valor de cambio por encima de los valores de uso– es el origen de muchos males, entre ellos la hipertrofia de actividades inútiles, e incluso nocivas, y el subdesarrollo de actividades necesarias. Olga Sánchez Cordero, la secretaria de Gobernación, explicó ante industriales del país que en la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador las obras y proyectos deben cumplir no sólo los requisitos legales sino garantizar que conlleven bienestar social. Después, un empresario disgustado comentó: No somos hermanas de la caridad, estamos haciendo negocios.

El gobierno federal ha emprendido una serie de acciones para combatir los robos, latrocinios y apropiaciones ilegales mediante los cuales se han enriquecido un puñado de individuos y grupos, mexicanos y extranjeros, apropiándose de bienes nacionales y explotándolos. Una de las reacciones contra esta política ha sido ejercer presiones para que se suspenda; estas acciones del gobierno, cabe advertir, no sólo se han enmarcado en la legislación capitalista vigente, sino que precisamente buscan que esta legislación se respete.

También se ha producido un aludde señalamientos por parte de comentaristas, articulistas y opinadores que atacan las políticas del gobierno, so pretexto de prevenir la instauración de un régimen autoritario, dictatorial, y defender las libertades, la libertad de empresa y la libertad de expresión, aun cuando ninguna acción del gobierno ha menoscabado estas libertades; la única que quiere eliminar es la libertad de robar.

En estos días, en la prensa, la radio y la televisión, se han manifestado, con particular enjundia, apasionadas defensas del capitalismo, con todas sus letras, o con el cariñoso apodo de economía de mercado (diría Hans Magnus Enzensberger); estos comentaristas han emprendido una combativa defensa del capitalismo, aun cuando el gobierno no se ha pronunciado en contra de este régimen socioeconómico, ni ha realizado acción alguna que lo afecte o ponga en riesgo. Por el contrario, el combate a tantos abusos servirá para preservarlo.

En estas circunstancias resulta necesario promover un análisis y valoración del sistema capitalista, no con la pretensión de generar algún cambio revolucionario, sino para juzgar si las acciones que se promueven en diversos campos de acción (pública y privada) contribuyen a superar los atavismos del sistema actual, o por el contrario los refuerzan. Un argumento con el que pretende defenderse al capitalismo es que en una perspectiva histórica (en promedios, de siglos) la pobreza en la humanidad ha disminuido. Lo que falta es aclarar si la pobreza ha disminuido por el capitalismo o a pesar del capitalismo, y considerar el escandaloso aumento de las desigualdades.

El capitalismo, la dictadura del capital, la subordinación de las vidas humanas a las utilidades del capital, es un sistema inhumano; la falsedad de su identificación con la democracia o con el liberalismo ha quedado evidenciada históricamente, su rechazo a la ética es explícito, cínico; su concepto del hombre es el de una bestia insaciable e insensible (Hobbes), su concepto de sociedad es la de un mercado en el cual el individuo es una commodity más. Los resultados del capitalismo son, entre otros, hechos terriblemente sangrientos –guerras, hambrunas–, y la destrucción de la cultura (véanse, por ejemplo, los efectos de la ambición dineraria en la música, en las tradiciones y las costumbres). El capitalismo ha mostrado su capacidad para hacer que todo lo sólido se desvanezca en el aire, y todo lo sagrado sea profanado, incluso, sin miramientos, niega la dignidad de los hombres degradándolos a la condición de mercaderes, mercancía o basura.

Sin duda, la 4T no confronta ni puede confrontar al capital y a los capitalistas, pero eso no supone que deba abstenerse de combatir los males del capitalismo, y mucho menos que deba alimentarlos. Sin embargo, le es indispensable contar con un conjunto sólido de conceptos, valores y estrategias que sean generados por el ejercicio colectivo de un auténtico pensamiento crítico.

En el campo educativo este pensamiento crítico es urgente, porque la ideología del capitalismo se ha vuelto en verdad dominante, aun en sectores académicos e intelectuales quienes deberían dar la batalla para desnudar los mitos, engañifas y trampas de la verborrea capitalista. La 4T no puede, no debe, proponer una nueva reforma educativa que repite valores, conceptos y lenguaje de la reforma educativa neoliberal –individualismo, estímulos dinerarios, calidad, excelencia, pragmatismo– y que carezca por completo de alguna idea que rescate la tradición educativa humanista y social de las anteriores tres transformaciones.

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