Una pregunta en la Grecia
clásica, cercana al asombro de Aristóteles en su visión sobre la
naturaleza de las cosas, era la siguiente: ¿qué es lo que hace que las
cosas perduren en el tiempo y que no se desintegren mientras discurrimos
sobre ellas? En su Metafísica, el pensador griego marcó varias
importantes líneas de análisis que sería bueno recuperar. Para colocar
esa interrogante en otros términos, ¿cómo podemos saber cuando un objeto
ha perdido su esencia y se ha transformado en otra cosa?
Es una pregunta rica en posibilidades cuando la dirigimos al
capitalismo. ¿Hasta dónde puede mutar el capitalismo sin que se
convierta en un sistema social distinto? La pregunta puede parecer
extraña, porque estamos acostumbrados a pensar que el capitalismo
solamente es capaz de cambiar radicalmente como por una crisis o una
revolución. Es menos común pensar en esos cambios graduales, de tiempo
lento, que poco a poco transforman la esencia de un objeto hasta
desfigurarlo y convertirlo en algo irreconocible.
El capitalismo, como todas las formaciones sociales, está siempre en
evolución. Ya sabemos que las fuerzas que dieron cuerpo al capitalismo
como formación social muestran que el capitalismo es una organización
social de producción, distribución y consumo históricamente determinada.
Y así como tuvo un origen agrario en la Inglaterra del siglo XVII, hoy
el capitalismo se está transformando en algo que podría dar nacimiento a
un conjunto de relaciones sociales esencialmente diferentes en el
futuro cercano.
Hoy, la evolución del capitalismo está marcada por dos fuerzas de
dimensiones históricas. La primera tiene que ver con la relación
salarial que está en el corazón del capitalismo y es la base sobre la
cual se erige el vínculo de explotación y la fórmula de su circulación
monetaria.
Pero en los pasados 50 años la función del salario en el capitalismo
se ha ido distorsionando. El estancamiento de los salarios en la mayor
parte de las economías desarrolladas es resultado histórico de la lucha
contra la tendencia a la caída de la tasa de ganancia. La lucha en
contra de las instituciones que la clase trabajadora pudo erigir en
defensa del salario, ya sea mediante el desmantelamiento de sindicatos o
de procesos como la subcontratación, ha llevado a una profunda
deformación de la relación salarial.
Desde principios de los años 1970 el estancamiento de los salarios,
tanto en Estados Unidos como en Europa, trajo aparejada una
transformación en la estructura del capitalismo: el salario ha dejado de
ser la principal referencia para la reproducción de la fuerza de
trabajo. Hoy, el crédito se ha convertido en instrumento clave para
asegurar la regeneración de la clase trabajadora y para mantener su
nivel de vida.
En la actualidad no sólo existe un fuerte rezago salarial y un
problema de insuficiencia para la clase trabajadora. También estamos en
presencia de un cambio cualitativo por el endeudamiento. Es claro que el
vínculo salarial tiene un estatuto esencialmente diferente al del
crédito en la reproducción social. Actualmente, debido al creciente
endeudamiento el capital financiero puede apropiarse de una parte del
ingreso de los trabajadores. Y así se consuma un doble golpe contra la
clase trabajadora: estancamiento salarial y extracción financiera.
La expansión del sector financiero es la segunda fuerza que está
dejando una profunda huella sobre las relaciones capitalistas de
producción. El endeudamiento finalmente se ha convertido en un
componente especialmente importante en la reproducción de todo el
sistema productivo. Pero, además, la racionalidad de la esfera de las
finanzas, en donde se pasa directamente de una masa de dinero a una
cantidad mayor de dinero sin transitar por la producción, ha terminado
por contagiar a empresas y asalariados con el virus del enriquecimiento
instantáneo. La especulación y el uso de las hojas de balance para
apuntalar la rentabilidad son dos resultados de este proceso.
En el contexto de una tasa de ganancia a la baja en el sector no
financiero, la sed de rentabilidad es saciada cada vez con más fuerza
mediante la especulación. El fenómeno de la financiarización está
estirando al capitalismo y lo ha estado transformando desde hace ya más
de cuatro décadas.
Es obvio que el hecho de que el capitalismo esté mutando y
deformándose no necesariamente significa que estaremos pasando a una
formación social más justa y benigna. La deformación del modo de
producción capitalista conlleva varios peligros. La inestabilidad
internacional ya es considerable debido a la lucha por la hegemonía
monetaria, comercial y militar. Pero si además le agregamos la fractura
que puede producirse con estas mutaciones del capitalismo, los riesgos
pueden incrementarse de manera exponencial.
El capitalismo podría perder su esencia por un rompimiento del
vínculo salarial o por el exceso que significa la financiarización. Las
fuerzas políticas de la izquierda deben estar atentas a estas mutaciones
y sus efectos.
Twitter: @anadaloficial
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