Gustavo Gordillo
/VI y Última
El ejido es un producto
específico de la Revolución Mexicana. Sus rasgos centrales se resumen
en la combinación de un aparato de control político y una instancia de
representación campesina, que es la consecuencia del injerto de una
superestructura político-estatal sobre la sociedad rural. Hoy, ha
perdido esas características. No es ya un órgano de control político del
Estado y tampoco, salvo en circunstancias muy específicas, un órgano de
representación campesina.
Segundo, los propósitos del Estado revolucionario que dieron origen
al ejido y que eran recuperar el territorio nacional, redistribuir la
tierra, convertir a los campesinos en ciudadanos, producir alimentos
suficientes y establecer una nueva gobernabilidad en el campo que
sustituyera a la del porfiriato, se cumplieron con creces. Desde ese
punto de vista, el ejido y la reforma agraria fueron un éxito.
Tercero, a partir de los años 70, resultado de transformaciones
sociodemográficas, modificaciones en las políticas públicas al campo,
tránsito de una economía cerrada dependiente de la iniciativa del Estado
a una economía abierta impulsada por el sector privado y de una
transición de un régimen autoritario supeditado a la supremacía
presidencial a uno semidemocrático dependiente de pactos entre partidos,
el ejido perdió sus propósitos originales.
Cuarta, las reformas rurales en los 90 enfrentaron la crisis del
ejido desde tres ángulos: que los mercados resolverían el tema
productivo depurando a los campesinos
ineficientes, que el tema alimentario era uno de ventajas comparativas –comprar granos
baratosen el mercado externo y vender frutas y legumbres
caras– y que el tema de gobernabilidad se resolvía a través de la autogestión desde los ejidos.
Quinta, los mercados no depuraron a los agricultores menos eficientes
y no mejoraron la pobreza rural, dado el mediocre crecimiento de la
economía en su conjunto. En cambio, la migración internacional se
convirtió en la mas importante válvula de escape de la población rural
–hasta 2007, cuando comenzó a reducirse en términos relativos y luego
absolutos. Paradójicamente, fueron los agricultores con recursos y
capital humano la que migró –dado el monto de recursos necesarios como
inversión inicial en una migración exitosa, aunque ilegal, a Estados
Unidos. La política de ventajas comparativas en términos de alimentos se
llevó un inmenso golpe cuando al calor de la crisis de alimentos entre
2007-2008, que elevó vertiginosamente los precios de granos, se
prendieron luces rojas en todos los países señalando la importancia
estratégica de contar con seguridad alimentaria. La autogestión de los
ejidos resultó sólo en algunos ejidos y comunidades que contaban con
suficiente capital social para desarrollarse o adaptarse en condiciones
de una muy disminuida presencia de los instrumentos de desarrollo del
Estado.
Enfrentar los retos en el campo mexicano requiere un nuevo diseño
institucional del ejido y la comunidad que garanticen mayor inclusión de
otros actores rurales cuya actividad principal no es la agricultura.
Se necesita restructurar el campo desde las comunidades rurales,
independientemente de que sean ejido, comunidad indígena o pequeña
propiedad. Se necesita un profundo cambio generacional en la conducción
de las actividades productiva en el campo. Se requieren instrumentos que
faciliten la cada vez mayor presencia de las mujeres. Se necesita un
desarrollo sustentable pensando en los ecosistemas, más allá de la
agricultura y la ganadería. Se requiere reconstruir la gobernanza local
para recupera territorios y fronteras. Se necesitan políticas públicas
que no fragmenten, sino articulen a los sujetos sociales rurales. Que no
fracturen la política social de la política de fomento rural hacia los
habitantes rurales pobres.
Se requieren comunidades para la paz y el bienestar.
Twitter: gusto47
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