6/18/2014

Defendamos la vida ¡pero en serio!

   QUINTO PODER



Por eso no tienes disculpa, tú que juzgas a otros, no importa quién seas. Al juzgar a otros te condenas a ti mismo, pues haces precisamente lo mismo que hacen ellos.
Romanos 2:1

Un pecado no es un delito. Y a veces... un delito no es pecado, sino que merece perdón. Desear al hombre o a la mujer de mi prójimo no es un delito, al menos el adulterio ha dejado de serlo en algunos códigos, y sin embargo la violación no aparece como un pecado en ningún libro sagrado, por el contrario suele aparecer como una forma de castigo en algunas culturas a partir de sus creencias religiosas.

Ahí están las violaciones tumultuarias en la India y la violación de niñas y niños a manos de sacerdotes pederastas, pero la Iglesia en voz de sus líderes ha otorgado el perdón y ha pedido orar por los agresores y las víctimas.

La discriminación es un delito, no está bien legal ni moral ni humanamente, pero es alentada desde el púlpito de algunos grupos religiosos cuando se escucha a líderes religiosos dar expresiones homofóbicas y lesbofóbicas que rayan en la burla más grave, que nadie esperaría de una persona que dice amar a su prójimo o prójima.

Y esta reflexión no es a manera de justificación o para explicar desde los dogmas de la fe, sólo mira objetivamente cómo las interpretaciones que las personas hacen a su conveniencia humana de textos sagrados dentro de las culturas y sociedades del mundo.

Lo que sí es claro es la urgente necesidad de deslindar y separar lo religioso de lo legal para bien de todas las personas, esto es, no todas las personas tienen la misma fe, pero sí todas las personas tienen la condición de humanas y por ello tienen el Derecho Humano.

Y eso es lo único que hay que entender en las discusiones que se han abierto en temas como el derecho a decidir de las mujeres sobre su cuerpo, con la legislación aprobada en Nuevo León y con la amenazante avanzada de la derecha conservadora que pretende imponer a todas las mujeres su visión respecto a los cuerpos, a la maternidad, e insertar conceptos que tienen más que ver con los dogmas de fe que con la ley.

En México y en el mundo, a través de la historia, las mujeres han abortado por causas naturales y/o por las condiciones económicas, mala alimentación, malos cuidados de la salud, pero también por decisión, porque en solitario y/o con su pareja toman la mejor determinación para ella, para sus otros hijos, para toda la familia, y no por irresponsables sino porque basta recordar que no hay un método anticonceptivo absolutamente efectivo, y la decisión no es nada fácil socialmente.

Sobre todo porque saben el riesgo al que exponen su salud al no contar con las condiciones mínimas para ello, pero también porque saben que las mujeres son juzgadas severamente por una acción así, y no temen al juicio divino, no.

Ellas temen al juicio de la sociedad, del médico que las denuncie, la enfermera o trabajadora social que por criterios personales y basada en creencias particulares se asuma juez de otra persona y utilice un contexto social en el que la línea entre la justicia divina y la justicia terrestre es asumida por las personas que denuncian o imponen cárcel a las mujeres que optan por la interrupción.

En nuestro país, en el DF es legal, y eso ha obligado a que muchas mujeres busquen la alternativa viajando al centro del país para practicarse una interrupción.

Ellas tiene que adoptar esas medidas por congresos locales apocados, con doble moral, que por un lado #Defiendenlavida, pero por otro son incapaces de votar a favor de los derechos de las mujeres indígenas, incapaces de promover castigos ejemplares a violadores, incapaces de emitir Alertas de Género que garanticen la protección de la vida de las mujeres.

Incapaces de garantizar el respeto a las mujeres y niñas en espacios públicos, de defender el derecho a una vida libre de violencia para niñas y mujeres, a recibir pensiones alimenticias, a no ser abandonadas por padres irresponsables, a que las mujeres no afronten solicitudes de empleo que les restringen la maternidad y a los 30 años ya no las aceptan.

Se dicen “defensores de la vida”, pero hasta ahora ninguno de esos diputados o diputadas, alcaldes o gobernadores sale a exigir justicia y cárcel para los curas pederastas, para exigir castigo contra profesores de escuelas primarias en comunidades indígenas y rurales que abusan de las niñas.

Y sí por el contrario se hacen los que no ven esa realidad. Se vuelven cómplices de esos que cometen abusos sexuales, asesinatos, robos, se alían con los agresores, violadores y hombres que se niegan a pasar los alimentos a sus hijas e hijos, y eso sí es un delito, aunque no sea un pecado.

*Integrante de la Red Nacional de Periodistas y del Observatorio de Feminicidio en Campeche.


CIMACFoto: César Martínez López
Por: Argentina Casanova*
Cimacnoticias | Campeche.- 


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