- Fernando Castillo
Decía el Premio Nobel Bertrand Rusell que: “Lo más difícil de aprender en la vida es qué puente hay que cruzar y qué puente hay que quemar”.
Este dos de diciembre es el primer aniversario de la firma del pacto por México y el inicio del segundo año de gobierno de Enrique Peña Nieto, quien parece, optó por cruzar un puente en el que inicio un incendio, estando a mitad del camino.
El Pacto por México, al parecer, ha muerto. En la semana recién transcurrida y a solo unos días de que se llegara a un año de su firma, este acuerdo que se pretendió institucionalizar, no con un trabajo legislativo, sino de mercadotecnia, ha sido abandonado por quien quizá, era la razón de ser del mismo.
El Partido de la Revolución Democrática, determinó levantarse de la mesa y ha dejado en un problema, no menor, al presidente de la Republica. Y es que fue una forma de establecer un control sobre el perredismo, a quien después de la cuestionada victoria peñanietista y ante el riesgo de una debandada por la salida de López Obrador, hubo que darles un poco de poder para incentivar la permanencia de la militancia, en un partido al que se le engaño prudentemente con que formarían una especie de coalición de gobierno y cuyos dirigentes, convenientemente, se dejaron engañar.
Desde un principio he sido un crítico de ese instrumento, al que, por su naturaleza, no le concedo ningún valor legal y por su integración, ninguna legitimidad democrática. Pretendió cambiar la condición de PAN y PRD como partidos opositores y llenó de suspicacia a la vida política del país, pues como dijo Manuel J. Jauregui “Cuando en una democracia la oposición no funciona como oposición, quiere decir que fue intimidada, doblegada o comprada”. En este caso, tal vez las tres cosas.
Hoy que el pacto parece morir, se ve quienes serán los principales damnificados y quienes, por sus propias circunstancias políticas, reciben vida con esta muerte.
El Pacto por México fue una coalición cara para todos, pues el presidente, tratando no de negociar, sino de pactar para imponer, debilitó a las dirigencias partidistas y hoy, se verá sometido a un grupo que existe dentro del panismo, que no ganó ni siquiera, sus primarias de 2012.
Nadie pone en duda qué, quien tiene los votos necesarios para acompañar al PRI en las reformas, por lo menos en el senado, es Ernesto Cordero y quién puede pensar que esos votos, no se van a encarecer.
Por otro lado, la militancia perredista, que de manera disciplinada apoyó al pacto sin terminar de creer en él, hoy, sin el freno que les significo su permanencia en el acuerdo político, se ven más proclives a participar en acciones de resistencia civil.
La izquierda que perdió el presidente, tal vez no le represente mas allá de tres personas en la mesa del pacto, sin embargo, en la calle, las huestes indóciles que pretenden la resistencia, se allegan a quien se considera un riesgo para las reformas. Un peligro llamado Andrés Manuel.
Muere el pacto, porque fue una nueva política para volver a la más vieja. Muere, porque Peña Nieto quiso establecer, a través de este instrumento, una política clientelar, refractaria a la ética, contraria a la transparencia y al debate público, nutrida del servilismo de aduladores y la complicidad de la oposición.
Muere el pacto y muere de sí mismo. Al no ser un órgano con sustento legal, se convirtió en objeto de chantajes desde el día siguiente a su nacimiento. En las campañas electorales y gracias a la actuación del propio gobierno y la división al interior de los partidos, el pacto perdió veneno; las reformas energética y política, a como las quiere el presidente, le han quitado el aguijón.
Pierde Gustavo Madero, porque no aprovechó la oportunidad de ser el primero en abandonar la mesa y con ello, congraciarse con su militancia. Hoy, aunque el PAN y el PRI son mayoría suficiente para sacar adelante reformas constitucionales, Madero no manda sobre el PAN y en la cámara alta, Ernesto Cordero puede imponer su propia agenda, convirtiéndose en un activo político con quien el gobierno, queriendo o no, tendrá que negociar.
Madero se aferra a su silla en el pacto y tal vez ese mueble, sea lo único que se lleve cuando tenga que dejar la presidencia de Acción Nacional.
Pierde Enrique Peña porque, como lo demuestran los resultados de la más reciente encuesta del Periódico Reforma, tenemos un presidente reprobado. En imagen, el pacto le ha salido caro a Peña Nieto, pues no es normal que un presidente con tantas facilidades entregue tan malos resultados.
El pacto es el discurso presidencial del día de ayer, fue un instrumento para mandar señales de estabilidad política y que el presidente vio como el que le aseguraba un poder ilimitado y aunque en algunos momentos así fue, hoy parece un presidente sometido por sus propios yerros y por las circunstancias.
Incluso ahora, en medio del abandono y con un PRD renegando del pacto, el escenario que se proyecta es una calma chicha, un “aquí no pasa nada” y se sostiene en cuentas alegres para afirmar, con soberbia, que no buscan unanimidad sino mayoría y que con los que les quedan, les alcanza. Ahora falta ver, cuanto le cuesta al gobierno conseguir los votos que necesita, pues los corderistas no parecen tener prisa por apoyar iniciativas de un presidente que dice mucho, pero que no logra nada. Las riendas de las negociaciones las tomarán los corderistas, porque tienen agenda propia y las circunstancias los convirtieron en el fiel de la balanza, tienen la oportunidad de ser conductores y no comparsas. Las reformas van, pero el gobierno va tener que ceder más de lo que había presupuestado.
El pacto muere y la vida sigue. Estar fuera del pacto, no es estar fuera de la política y ya era hora de que alguien se diera cuenta de eso. De ahí que, si se traslada la discusión de las reformas política y energética al seno del senado donde están presentadas las iniciativas estas pueden ser de mayor trascendencia, de verdadero, gran calado y con una discusión transparente y democrática.
El pacto fue una ficción en el juego político, donde el gobierno confundió jugadores con juguetes y hoy, es momento de regresar la esencia a la política. Es hora de buscar nuevos acuerdos.
Con el fin del pacto, no está en riesgo el futuro del país, puesto que el presidente ha demostrado que puede buscar - y conseguir- el apoyo de los partidos de oposición para cada reforma en particular, se trata ahora de que el congreso haga su labor y ahí se busquen los consensos.
Hoy el pacto parece morir y es un año el que se pierde con él. Ahora es el momento de que lo que se legisle, se aplique y lo que se prometa, se cumpla.
Nadie se llame engañado, todos sabían de que se trataba. Era un pacto, con fecha de caducidad.
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