Cada
vez es más difícil para el gobierno mexicano ocultar a la comunidad
internacional los vicios que tienen atrapado al sistema de relaciones
de trabajo en nuestro país; de estos, destacan tres: los contratos
colectivos de protección patronal, un sistema de justicia a cargo de
Juntas de Conciliación y Arbitraje carentes de autonomía e
imparcialidad y el sistema de remuneración salarial.
Durante muchos años, el gobierno ha mantenido una estrategia
contradictoria: dentro del país, limitando la libertad sindical y
otorgando un poder creciente al sector empresarial; hacia fuera,
sosteniendo un discurso progresista y suscribiendo con facilidad
convenios sin intención alguna de cumplirlos. Para mantener esta
política encubridora de la realidad, ha contado con la complicidad de
las centrales obreras oficiales y de la representación empresarial; sin
embargo, esta simulación ha empezado a quebrarse por varios motivos,
entre ellos los crecientes flujos de información hacia el exterior, las
visitas de expertos a nuestro país, los estudios académicos y la toma
de conciencia de las centrales obreras internacionales respecto de que
tanto la Confederación de Trabajadores de México (CTM), como la
Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROC), no son
socios confiables para desarrollar una legítima defensa de los derechos
laborales, pues son parte del problema, no de la solución.
Algunas empresas internacionales empiezan a preocuparse por el alto
nivel de simulación y corrupción que existe en México, sobre todo
aquellas que no comparten plenamente la idea de ser cómplices de un
sistema carente de legalidad, porque esto puede afectar su imagen
frente a los consumidores y ante las comunidades laborales de sus
naciones de origen. Si bien algunos empresarios celebran que en México,
a diferencia de otros países, puedan escoger al sindicato de su
preferencia, manteniendo esta decisión con la presión del Estado y
cubrir salarios sumamente bajos, en una perspectiva de largo plazo,
preferirían un sistema más honesto, legítimo y representativo que les
diera estabilidad a futuro. Buena parte de ellos opina que es mejor el
imperio de la ley a la discrecionalidad gubernamental mezclada con
corrupción. Saben que el modelo mexicano tiene muchos riesgos. La
preocupación crece cuando se enteran que en unos meses, vía la nueva
Ley General de Transparencia, el contenido de todos los contratos
colectivos firmados a espaldas de los trabajadores saldrá a la luz
pública vía Internet. Hasta ahora, la secrecía ha sido clave para la
subsistencia de los contratos de protección.
El contratismo de protección patronal ha crecido sin límites en
todas las ramas de la industria y se ha convertido en una regla general
en nuestro país. El poder concedido a los patrones para decidir cuál es
el sindicato que operará en su centro laboral hace que estos organismos
compitan ofreciendo los salarios más bajos y las peores condiciones de
trabajo. Los abogados patronales administran este mercado tomando parte
del botín, esto es, los pagos que se hacen por debajo de la mesa a los
líderes sindicales para garantizar el control de los trabajadores.
La
104 reunión de la Conferencia Internacional del Trabajo, celebrada en
Ginebra, Suiza, en días pasados, revisó el caso mexicano. El acto
generó gran interés porque le precedían múltiples quejas de organismos
laborales y de derechos humanos relacionadas con el modelo laboral,
destacando la 2694, promovida por IndustriALL y apoyada por la Central
Sindical Internacional (CSI), ambas de gran importancia en el entorno
mundial. En la reunión se informó de las visitas de estos organismos a
México y las entrevistas con el presidente de la República, al que
demandaron ajustar la administración laboral a los acuerdos
internacionales y permitir que los trabajadores decidan la firma de los
contratos colectivos y el sindicato al que desean pertenecer.
Insistieron también en que México suscriba los Convenios 98 y 154 de la
Organización Internacional del Trabajo (OIT), tema que el gobierno
mexicano ha diferido, como siempre, con múltiples excusas.
A la condena de los gremios más representativos del mundo se agregó,
en esta ocasión, la propia delegación estadunidense, que hizo eco de la
posición del sindicalismo en ese país. Su texto no tiene precedente y
habla por sí mismo: “La persistencia de los sindicatos falsos, o
‘sindicatos de protección’, sigue siendo un reto importante en México y
constituye una grave violación del derecho a la libertad de asociación,
en particular cuando se celebran los convenios colectivos con estos
sindicatos de protección sin el conocimiento y consentimiento de los
trabajadores, a menudo incluso antes de que las empresas abran, y
propiciando sólo los beneficios mínimos ya exigidos por la ley”.
Refiriéndose a las Juntas de Conciliación y Arbitraje, después de hacer
una crítica a las mismas por su estructura de representación y su sesgo
en contra de los sindicatos independientes, plantea:
Después de tanto tiempo, es hora de que el gobierno de México transfiera estas funciones a la rama judicial o alguna otra entidad independiente para asegurar una representación honesta de los trabajadores y la administración cumplida y justa de la legislación laboral y la resolución de controversias.
Por su parte, la OIT realizó una serie de recomendaciones al
gobierno de México, solicitando llevar a cabo las reformas legislativas
adicionales a la Ley Laboral de 2012, necesarias para lograr el respeto
a la libertad de asociación. El propio Fondo Monetario Internacional ha
reconocido recientemente la importancia de que existan sindicatos
representativos y fuertes para lograr igualdad social y justicia
salarial.
Es hora de que el gobierno mexicano tome en serio estas
recomendaciones; se requiere garantizar, como en cualquier otra parte
del mundo, que los trabajadores sean consultados en la firma de los
contratos colectivos, se sustituya a las Juntas de Conciliación y
Arbitraje por jueces imparciales y autónomos, y que los salarios
mínimos de hambre sean sujetos a un proceso de recuperación, sin
dilaciones.
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